The Nica Dream

 
 Carlos es nica, nicaragüense, de Leon, precisamente. Como casi todo el mundo en Nicaragua, tiene su casita, seguramente precaria y destartalada. Y tambien un trabajo, el de taxista, y por consiguiente comida, arroz y frijoles principalmente. Tiene tambien algunas horas de entretenimiento asegurado: la Tele, el partido de baseball del domingo o la pelea en el estadio de Managua. Y una familia: Maria, la mujer, y los 3 hijos de 9, 7 y un añito. Y tambien mucho, muchísimo tiempo libre.
  La vida es poquita cosa en Nicaragua , como en todas partes. Solo que allí uno se da cuenta: basta mirar para adelante o para atrás o en derredor y nada. Solo esperar que transcurra esta larga, aburrida y somnolienta tarde de domingo de 60 y pico de años para irse con algo de pena y nada de gloria.
 Carlos tiene tambien parientes . Y entre ellos 2 primos que destacan de las decenas de primos, tios y sobrinos que tiene: los 2 que estan del Otro Lado, los que lograron pasar a los Estados y estan alli trabajando. El los envidia, como casi todo el mundo : ellos y su familias son los autenticos triunfadores en la Nicaragua ( y en la Centroamerica) de hoy. Desde aqui no se sabe bien que es lo que hacen, en que ciudad estan, como viven. Solo se los ve a los chicos empezar a usar tenis de marca, grandes cadenas doradas, jugar con el ultimo Playstation, y la casita de material, solida, terminada en apenas tres años. Y lo que todos saben que vendra en los proximos años: la compra de un camion o un taxi, y  en no mas de 7 u 8 añitos a vivir y a morir tranquilos en el pueblo que los vio nacer.  
  Inspirado en ellos, Carlos sueña  emigrar a Costa Rica, como lo han hecho 500000 de sus paisanos (un 10% de la población de Nicaragua). Un sueño, casi de Clase B comparado con el de los Estados, pero menos riesgoso y que para los efectos tambien sirve. Alli, piensa, podria conseguir un trabajo en la construcción, que se paga bien y alquilar una casita y  estar un tiempo juntando un dinero y volver y comprarse el taxi y...
  Y alli sale Carlos hacia Peñas Blancas, la frontera. Salen los cinco en realidad, con la valija grande y los 400 dolares que tienen guardados, en un bus viejo, todos inquietos, los chicos extrañados, el bebé molesto. Cruzan “mojados”, algunas horas caminando por el monte, pagando casi todo lo que tienen a coyotes , taxistas piratas y demas buitres que viven de los miles de Carlos que sueñan.

 Son las 8 de la noche en mi pueblo, en el Pacífico de Costa Rica. Llueve un poquito. Por las afueras caminan Carlos y su familia, sin saber adonde van. Ya estuvieron por el centro, buscando algo, trabajo, dinero, un lugar para dormir, sin encontrarlo. María carga la beba, los chicos dos bolsas de plástico con un paquete de galletasy las pocas pertenencias que les quedan después de que anoche les robaran la valija mientras dormían en la playa. Y Carlos carga con la tremenda desesperación de sentir que no sabe que hacer para que su familia coma algo y no tenga que dormir a la intemperie.                   
  -Mañana nos vamos para Naranjo - le dice a María mientras caminan, como para   hablar de algo y para que el miedo no se le note. - Dicen que hay trabajo en las fincas de café -.                                         
-Como quieras -le responde y abraza con fuerza a la beba que ya empieza a estar empapada por la lluvia.

  Hoy Carlos, unos meses después, trabaja de albañil en una obra en San José. María limpia y ayuda en la cocina de un Restaurante. Los chicos están en Managua, en casa de un familiar que los cría sin mucho amor pero con el dinero que ellos mandan todos los meses. Los números no mienten: ya saben que, a este paso, va a ser poco lo que puedan ahorrar. Más tarde o más temprano volverán a su casa con una olla arrocera, un refrigerador y una cocina nuevas. Probablemente les alcance para comprar nuevas latas de zinc para el techo de casa.
                   El taxi deberá esperar hasta el próximo sueño.   


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