Pepe y el pescadito
Me lo trajeron hace 5 días y allí está, desde entonces, en una repisa al lado de la ventana, así le pega un poquito el sol de la tarde. Sólo debo ocuparme de darle de comer 4 escamitas de un producto hediondo atendiendo, eso sí, a no darle más que eso. Es el típico pescadito de pecera, anaranjado y plata, clásico y común, sin pretenciones, que sólo se diferencia de los cientos que he visto en dibujos animados y revistas infantiles por la pecera: en lugar del habitual globo de vidrio este vive en un frasco alto y de boca ancha de unos 3 lts. de capacidad. Al principio cumplí con mi compromiso de cuidarlo, mientras su dueño vacacionaba, casi mecánicamente, como una tarea más, como quien barre o lava los platos. Pero pronto empezó a inquietarme la voracidad con que se abalanzaba sobre las 4 escamitas y la velocidad con que las devoraba. Y me sorprendí varias veces, durante el día, observándolo fijamente recorrer sus 3 lts. de territorio, haciendo como que mira el universo exterior