Brian, el canadiense


 Soy canadiense, de Prince George, en la British Columbia. Anglófono, no confundirme con un Quebecois, que yo soy casi inglés. Y como tal, ordenado, previsor, no dado a la improvisación. Es fácil que tu vida se desarrolle correctamente en Canadá: este país funciona, bien, como se debe. Será, tal vez, que somos muy pocos para semejante territorio o la capacidad de trabajo y la ambición que trajeron nuestros abuelos y padres, en su gran mayoría emigrantes en busca de "hacer la América", no sé, que lo estudien los sociólogos, yo soy ingeniero, solo sé de mecánica. Y siempre supe, además, lo que quería hacer: trabajar en las minas de uranio, como lo hizo un amigo de mi padre. Supe que en las minas se trabajan 20 años y luego te retirás con una jubilación bien digna. Me parecía un buen negocio, aunque se sabe que es uno de los trabajos más insalubres del mundo y que acorta la espectativa de vida 20%, pero no me importó. De hecho, también fumo 2 paquetes de cigarrillos diarios, y sin embargo no pienso en que me estoy enfermando. Si es así, tampoco me importa.

 Soy canadiense, como dije y como tal tuve el mismo sueño que compartimos quienes nacimos en este norte helado de América: escapar del frío. Parece mentira pero pasan las generaciones y no terminamos de adapatarnos a este clima: todavía no desarrollamos una piel más gruesa o con pelos, otra forma de pie para poder caminar mejor en el hielo, o cualquier otra característica que nos permita soportar mejor el invierno o sea la nieve, el frío de verdad, las calles heladas a pesar de la sal, la ausencia del sol que es calor, que es vida, si lo sabremos nosotros. Y entonces todos, o mejor, casi todos soñamos con retirarnos a vivir en lugares cálidos. Y lo hacemos:  hay decenas de miles de canadienses que tienen propiedades en países  donde viven gran parte del año ( el invierno canadiense). También esto lo sabemos hacer: administrar bien nuestra carrera, el dinero que ganamos, la forma de llegar a retirarnos y poder vivir en otro país teniendo un buen pasar. Para algo debe servir la imagen que tenemos de pueblo hipercuidadoso del dinero.

 De hecho yo lo hago, yo vivo así. En los inviernos del Norte vivo en el trópico desde hace 17 años, cuando me retiré. He vivido en varias de las más famosas playas del Caribe y del Pacífico, en Dominicana, en Cuba, sin trabajar, sin preocuparme más que por divertirme y ser feliz. Al principio me fascinó, sentí que había cumplido mi sueño, me sentí pleno y satisfecho. Pensé que valieron la pena aquellos años de ponerme radiactivo y acortarme la vida: mi vida sería corta pero más intensa. Disfrutaba del casino, el alcohol, las putas y la pereza. Sobretodo del casino, las mujeres me cansaron bien pronto, en seguida vi que ahí no iba a encontrar nada interesante y "las chicas" me costaban más que el poker.

 Así que hoy soy un jugador semi-profesional que intenta encontrar alguna emoción en ganar 5000 dolares en una noche, o en perderlos, en perder la conciencia por el Jack Daniels, o fornicar con una negra dura y fría, con sonrisa y ternura forzada. Pero no, ya no, hace muchos años que ya no encuentro nada, la más mínima sensación de placer, de alegría o de dolor o miedo o de algo, cualquier cosa: hace varios años que estoy muerto. Y espero, impaciente,que por fin se acabe esta vida que ya no es vida y que fué un sorprendente mal cálculo del Ingeniero Brian: un sueño que se convirtió en pesadilla.

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