El canoso consecuente


 Todas las mañanas camino 10 cuadras exactas a mi trabajo, 1580 pasos, unos días más y otros menos. Según sea el tono de la mente con el que despierto, algunas caminatas son instrospectivas, la cabeza levemente gacha, los ojos que casi no miran, la mente un tanto acelerada anticipando los movimientos del día y en los auriculares música un poco histérica. Otras, en cambio, son puro cuerpo y corazón, la mente en silencio, los ojos, que no alcanzan, miran la montaña, ahora el lago, otra vez las montañas y vuelven una y otra vez al cielo, a veces de un azul total, rotundo, otras de un gris negro amenazante y casi siempre salpicado de nubes algodonosas.

 Suelo tomar distintos itinelrarios, según los días, pero hay un puñado de rincones por los que siempre busco pasar: aquel terreno baldío esquinero desde donde la vista del lago es una postal, aquella calle que va subiendo hasta un grupo de casas que quedan recortadas contra la montaña, dominando, o aquel jardín de la casa blanca enorme con sus flores que mutan todas las semanas.


 Pero el lugar favorito del trayecto, por el cual nunca dejo de pasar, no tiene un gran valor estético, aunque está en una calle cuyas casas son una más bonita que otra, casi todas con el jardín al frente, elegantes pero sin pretenciones. Entre todas estas casas destaca, porque rompe la uniformidad, un kiosko, sin nombre, sencillo, pequeño, con el frente vidriado. "Quiniela" se lee sobre el vidrio y una pizarrita informa los números ganadores de las loterías de los lugares más remotos del país. Adentro hay un tipo canoso, tal vez de mi edad, y algo de mercadería kioskera, en repisas desgastadas que hablan de que el negocio debió haber conocido tiempos mejores, aunque todo el conjunto se mantiene limpio y digno. Pero lo que inexplicablemente me atrae, cada vez que paso frente al kiosco, es que sobre la pequeña vidriera destaca la portada desplegada de un periódico que en letras enormes titula: "POR UNA ALTERNATIVA OBRERA " o "SI AL BICENTENARIO DE LOS TRABAJADORES, NO AL DE LA BURGUESIA"  y todas las semanas así, un titular distinto. El periódico se llama Polo Obrero, creo, o Palabra Obrera y a mi me parece exactamente el mismo periódico que unos flacos blanquitos trotzquistas, vestidos onda proletaria, repartían en la escalera de la Facultad de Filosofía en el año 69. Los titulares eran los mismos, de eso estoy seguro. Será el señor canoso uno de aquellos flacos?
  Todas las mañanas, entonces, parado frente al kiosko miro el cielo, miro el lago y luego las montañas y leo otra vez  el titular del Polo Obrero y me encanta esa nota tan disonante, esa pieza tan fuera de lugar, como si perteneciera a un rompecabezas distinto a aquel donde está encajada. A quien le hablará desde la vidriera del Kiosko la palabra de los proletarios?

 Sigo mi camino y el pensamiento va hacia el Sr. canoso y me digo: "he aquí un tipo de convicciones, un tipo consecuente" y aún no logro saber si se trata de una virtud o de un espantoso defecto.




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