Osho


 A Osho lo conocí a principio de los 80´ en Roma. Yo estaba en una casa extraña con un inoportuno e intenso dolor de muelas. Arriba de una mesa, un libro del Bawhan See Rajneesh (así, o más o menos así, se llamaba Osho en aquel tiempo), de tapas luminosamente anaranjadas atrae mi atención. Comienzo a hojearlo y me encuentro, entre otros pequeños textos, con una profunda meditación sobre el dolor: “Se uno mismo con tu dolor!”, “Penetra profundamente tu dolor” y frases por el estilo, me parecieron sorprendentemente apropiadas para acompañar aquellos momentos de desesperación. No es que el dolor calmara, ni mucho menos. Pero, seguro que aquella noche hubiera sido aún más penosa sin la compañía del recién encontrado Bawhan. Tal vez debido a este incidente, siempre leí con atención y agrado algunos de los innumerables textos que escribió (muchos son, más bien, transcripciones de sus charlas). No fueron muchos, pero si los suficientes, como para simpatizar con este gurú empapado del espíritu contestatario de aquellos años.

 Mi interés por Osho y lo espiritual, fué bastante extendido en el tiempo pero como casi todo en mi vida, bastante superficial. Y sin embargo creo que algo quedó de aquellas lecturas juveniles (y no tan juveniles). Entre otras cosas, hoy recuerdo la referencia que permanentemente hace a “la Mente” como una especie de órgano autónomo, a veces bastante incómodo, inútil y desequilibrado. Un aparato que busca funcionar aún cuando debiera estar apagado y que se entromete en espacios donde no debiera… vamos, un plomazo.

 Hoy, en plena noche, en mi cuarto, a oscuras, supe a lo que se refería el Bawhan. Estaba absolutamente dormido, todo yo, el cuerpo relajado, funcionando en piloto automático, como todas las noches. Todo normal salvo 2 cosas: una, la Conciencia, aquello que también somos, que se despierta y se/me contempla dormido y relajado y la otra, la Mente, a la que empiezo a percibir en una actividad desenfrenada, como si estuviera latiendo aceleradamente, produciendo, uno tras otro, pensamientos negativos, friccionantes, relacionados con problemas o situaciones difíciles que debía enfrentar durante el día. Como un desfile se sucedían los pagos que debía hacer esa mañana, la pelea de la noche anterior con mi mujer, la tensa discusión  que debía mantener con un tipo a la tarde y así sucesivamente, un desfile carnavalesco de Carrozas Problemáticas. Mi Conciencia luchaba, intentaba contener, controlar, detener el corso, intentando focalizar la Mente en otra cosa, contar ovejas, concentrarme en la respiración, que se yo,...pero a esa hora, cuando todo es silencio e inactividad, cuando solo está el vacío, la Mente Desbocada lleva las de ganar.

 Todo pasa, y aquella, ¿1/2 hora?, ¿1 hora?, también pasó y pude volver a dormirme un rato más. Cuando desperté pensaba en Osho y sus enseñanzas y en el día volví a acordarme varias veces de él. Durante muchos años miles de pibes y pibas, hombres y mujeres, lo visitaron y lo escucharon en su ashram de Poona. Muchos formaron en sus países comunidades inspiradas por él que, por cierto, eran lugares de trabajo y crecimiento interior y además bastante divertidas, alegres y llenas de chicas lindas. Muchos leyeron y leen con atención sus libros (y seguramente se seguirán leyendo). Hay también aquella parte oscura (por lo menos para mí ) de sus Rolls Royces y su comunidad en U.S.A. tan perseguida y que termina con la leyenda de su misteriosa muerte a manos del FBI irradiado no recuerdo bien en que extrañas circunstancias. También alrrededor de los Maestros hay zonas oscuras.
                                         Que nos quedará de Osho?


Comentarios

  1. Hola, Ricardo:

    Muchas gracias por tu blog.

    Te envío un afectuoso abrazo,

    Gonzalo

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