El Doble



Viajaba en un bus desde Calahorra hacia Zaragoza, cruzando esa tierra aragonesa a la que hoy recuerdo ondulada, rojiza y más bien árida. En una parada en la ruta,  en un pueblo cuyo nombre no registré, subí yo. Me explico: yo estaba sentado bastante adelante cuando el autobús se detiene para recoger un pasajero. Yo miro, por mirar nomás, hacia la puerta que se abre. Y el que sube , con su hijo, y se sienta tan tranquilo en un asiento ubicado un poco atrás del mio

                               soy yo



 Aún hoy, 25 años después, no entiendo como se me hizo tan clara e inmediata esa certeza. No es que físicamente fuera exactamente igual: el tipo tenía más o menos mi edad, compartíamos un montón de rasgos físicos (altura, contextura física, miopía (tenía unos anteojos parecidos a los que yo llevaba puestos), el color de la piel, del pelo ) y hasta el hijo que llevaba en brazos al subir tenía la edad del mío. Pero sobretodo era la actitud corporal lo que me conmovió: esa forma más bien tímida, el tono suave y algo titubeante con que se dirigió al conductor para comprar el billete, la mirada un tanto huidiza conque buscó su asiento. Me inquieté, cuando pasó al lado mío aparté la vista hacia la ventanilla y sentí que la sangre se aceleraba, cerré los ojos e intenté calmarme  pensando en cosas cercanas, familiares, amigables. Al final logré dormirme. Desperté cuando entrábamos a la Terminal de Autobuses. Sin mirar atrás  tomé mi bolso con rapidez, bajé entre los primeros y caminé ligero hasta la parada de taxis. Poco a poco la inquietud fué pasando y finalmente la vida siguió fluyendo hasta hoy, en que escribo este recuerdo que permaneció fresco e intacto durante tiempo.

 Los genetistas no saben, todavía los están contando, cuantos genes tenemos o, más bien, cuantos genes nos hacen a cada uno como somos y lo que somos. Entre 10.000 y 25.000, son muchos. La gran mayoría, casi el 95 %, nos son comunes a todos los humanos y a todos los monos grandotes. O sea que lo que nos hacen diferentes son las muchísimas (pero no infinitas) combinaciones de un puñado de genes. Me pregunto si puede o pudo suceder que, de los millones de combinaciones  que se vienen sucediendo desde hace casi 100.000 años cuando apareció nuestro primer antepasado, una combinación de genes, o sea la instrucción para hacer un hombre/mujer, se repita. Por que no pudo haber resultado el mismo genoma, al mismo tiempo, en Calahorra y en Buenos Aires, en 1951 o en Bombay y Santiago de Chile en 1863, por decir algo?


 No me disgusta la idea de que haya otro Ricardo (u otros) dando vueltas por ahí. No la pasamos mal. Y tampoco lo hacemos. Y además intentamos  ser buenos tipos  y trabajamos por ello. O sea que en caso de que seamos varios los Ricardo, la improbable repetición del genoma bien podría ser hasta beneficiosa para el mundo. Que tal?

Comentarios

  1. interesante...habria alguna posibilidad más de encontrarme contigo por la calle, Ricardo!
    Voy leyendo tu blog, y me agrada tu tono, tu reflexión, que me resuena conocida.
    Tantos años atrás coincidí con uno de los posibles Ricardo, allá en Palma de mallorca,trabajé para él en su taller de cinturones...compartimos charlas...
    Hoy descubro que tienes algunas canas, que te gusta el mate...que vivis en bariloche!
    Yo estoy haciendo nido en Azul, en la casa de mi madre, que ha muerto hace un año.y respiro de nuevo los aires de esta tierra.Me agrada saber que estás ahi, y eres el mismo.

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