Psicodelia (3)
( Escribí esto hace muchos años, pero viene al caso y lo vuelvo a publicar)
No encontré, en aquellas mágicas gotitas colocadas sobre papel secante, ni a Dios ni al analista, ni al fantasma de mi madre, ni la clave que me permitiera ser más feliz y menos estúpido. Pero algo aprendí en aquellos viajes a los Estados Alterados de Conciencia. No sería el que soy sin aquellos viajes. Una parte de mi mente se formo así y aun hoy permanece conmigo.
Ya sube , comienzo a sentirlo. Sube, como yo estoy subiendo por este pequeño camino que me lleva a Nocella desde Positano, en el Sur de Italia. Sube, también, la temperatura del cuerpo pero no es por el inclemente sol de Agosto. Es más bien la hiperactividad frenética en que parecen entrar todas las células de mi cuerpo. Estoy como hirviendo, pero es agradable. Camino rápido, estoy acelerado, ya me advirtieron el Ruso y Norberto que estos Vulcanos Rojos, tenían mucha anfeta. A ellos les fue bien, a mi también: me encanta. Salgo de mi cuerpo, desvío la atención hacia afuera: el cielo, el sol, el verde de las montañas, y allí al fondo el Mediterraneo, brillando, es demasiada luz, me ciega, cierro los ojos. Y otra vez la sensación física del subidón, un golpe en la nuca, el calor que es como una fiebre placentera y este caminar que parece un vuelo.
Sigo subiendo desde hace ¿cuanto?, ¿10 min.?, ¿10 horas?, ¿10 años?. Algo llama mi atención: una abertura en el denso follaje que bordea el camino. No se porque me acerco, no es muy grande, no es una senda, alli voy, inexplicablemente. Me meto entre plantas, arbustos y árboles. Estoy bajando, no entiendo como, pero se adonde ir . Y llego a este lugar que me parece hermoso y extraño: estoy en un pequeño llano, que es como el fondo de un gran pozo, rodeado de paredes de roca y vegetación y alli arriba, bien arriba un pedazo de cielo y el sol que se filtra a través de las ramas de enormes árboles. Por una de las paredes baja un hilo de agua que al llegar al suelo se hace un poco más grande. Me acerco a esa pared, ahueco las manos, acerco la boca y disfruto de ese sorbo de agua helada, la cara pegada a la roca. Me sobresalto: a unos centímetros sobre la roca, un sapo pequeño, del mismo color exacto que la piedra mojada me esta mirando, o eso creo. Mierda! Me tranquilizo, no pasa nada es un sapito.
Me desnudo, me mojo como puedo en el pequeño riacho y alli me quedo un buen rato, lleno de felicidad y de paz, a pesar de que el Vulcano me pide y me exige que me mueva. Me levanto y un primer sentimiento de temor a no se que y desasosiego me indica que empiezo a bajar. Comienza el desagradable y negro bajón que sobreviene a estos luminosos momentos de plenitud. Es la vida. Miro por última vez ese misterioso lugar que jamás volveré a encontrar. Aprieto los dientes, es el Vulcano.
Aprieto el paso, comienza a anochecer.”
Algo había en esos cuadraditos que nos hacían distintos a antes. No recuerdo mucho de mis viajes, solo el primero, y fue en Formentera. Abrazo grande Ricardo, saludos grandes al Ruso y a Norberto dónde estén.
ResponderEliminarMi primer ácido también fue por esa época , cuando llegué a europa. Pero recuerdo realmente dos. Un mal viaje que me dejó postrafo , y oyro en un concierto de pink floyd , de los dos aprendi. Gracias ricardo
ResponderEliminarQuien nos quita lo bailado, caro estraperlo, incluídos los malos viajes que eran un flor de baile
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