Reflexiones de invierno (ll): Pensando como un viejo choto




Tengo en mi cuenta de Facebook unos 70 "amigos": algunos lo son también en vivo y en directo y otros son más o menos lejanos. Entre todos producen un flujo de información al cual dedico un tiempito diario para desbrozar: leo algunas cosas, paso de otras y guardo otras para leer después. La mayoría tiene ese formato característico del Caralibro, foto o video corto + texto aún más cortito, que se lee y se deja correr, después de una sonrisa, risa, carcajada, emoción, indiferencia o desprecio según corresponda.

O sea que soy un usuario satisfecho de la red (aunque me espíen o vendan mis datos). Me gusta tener los afectos en "la nube", aunque pertenezco a ese tipo de gente que es capaz de querer a distancia y con poco contacto. Una foto, un cariño, un hola!, cada tanto en el "Feisbuk" sirven. Y también sirve ampliar el campo de intereses propio echando una miradita a lo que les interesa a quienes nos son más o menos cercanos.

Parece que es característico encontrar que llegados a determinada edad a los hombres de todas las épocas, se les hace difícil aceptar las ideas de las generaciones posteriores. (Ver Post: Los 60´s-6/5/11)
 Vaya como ejemplo lo siguiente:
Hace poco más de 4 años escribí aquí mismo: (3/3/2010 - Post: Abajo el Caralibro. La imagen que ilustra este Post la saqué de aquel)

"  Por todo esto y por muchas cosas más grito con todas mis fuerzas, en este luminoso día de marzo del año del Bicentenario, en San Carlos de Bariloche, puerta de la Patagonia profunda:
                                           ABAJO EL CARALIBRO!
Abajo! toda esta movida, todo este inmenso torrente banal de bytes que circulan a la velocidad de la luz creándonos la ilusión de que nos estamos comunicando. Y que vivan los mails!"

 Que tentación, la de "todo tiempo pasado fué mejor", la de "estos pibes que vida vacía y tonta", "cuando yo era joven, nosotros si que....,no como ahora"...
No es la primera vez en que me encuentro pensando como un "viejo choto". Que es algo distinto a pensar como un hombre de 63. Es natural que el pensamiento cambie, así como lo hace el cuerpo, y que los contenidos y programas mentales  de una mente joven sean diferentes que los de una mente sexagenaria. Lo se perfectamente, son los cambios que estoy nítidamente experimentando desde hace un tiempo. Pero eso no significa que sea válido rechazar y despreciar aquello que no se comprende y que nos saca de la comodidad de lo que conocemos. Yo estaba tranquilo comunicándome por medio de largos mails y vienen unos pibes, con el Face, con los Twitters, y toda esta notable tendencia (cada vez más notable) a la compresión de los textos y a privilegiar lo visual. No lo entendí, lo rechacé. Actué como un viejo choto.
 Hoy, casi todos, escribimos textos más cortos, enviamos y recibimos muchos menos mails (mucho más cortos también) que hace 3 años, tenemos cuenta en Facebook (los más modernos también twittean) y el mundo sigue andando más o menos como siempre. Vamos perdiendo cosas, el lenguaje se hace cada vez más sintético, la comunicación no busca la profundidad, se conforma con la conexión, pero seguramente algunas cosas ganamos o ganaremos. 
 Vivo otra vez la lucha entre la incontenible energía del cambio, de la creatividad que encarna en la juventud, en su inconsciencia y en su ignorancia, en su falta de respeto por lo que hay y la energía que intenta conservar lo que hicieron bien otros hombres que vivieron en el mundo antes que yo, lo que produjo la tradición de muchas generaciones anteriores, que encarna en quienes vivimos en el invierno de la vida. Hoy vivo esta lucha desde este bando, una lucha interna, que se libra en la cabeza para seguir manteniéndola flexible, abierta, que es la forma en que se comprende el mundo que está en constante cambio. A veces me equivoco como lo hacía cuando estaba en el otro bando. En esto, como en tantas cosas, hago lo que puedo. 















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