Elogio de la moderación


 La palabra moderación significa, según la Real Academia Española, "cordura, sensatez, templanza en las palabras o acciones" . Moderar es, también según la RAE, "arreglar una cosa para evitar un exceso". No parece, en principio, que el concepto pueda tener connotaciones negativas: ser sensato es indudablemente una virtud y si algo sobra es indicado eliminarlo.

  Y sin embargo un grupo de intelectuales del "kirchnerismo duro" publica un manifiesto contra la moderación afirmando que "la moderación se transforma en impotencia. (Quienes) deciden bajarle la intensidad a la política (....) suprimen a la política. Proponen ir despacio pero terminan inmóviles. Pretenden hablar suave pero se vuelven inaudibles. Todo lo que se presenta moderado termina siendo débil...". 

 Al  igual que a su opuesto y simétrico grupo de "neoliberales duros", a estos militantes "K"  les disgusta la moderación. Unos y otros creen en lo que el documento expresa así: "El conflicto existe" y "....en el mundo del consenso, y en las formas suaves del lenguaje, no hay lugar para oposiciones fuertes ni para el desarrollo de conflictos".

 Y es ahí  donde, quienes valoramos la moderación, encontramos el exceso, lo que sobra: para quienes desprecian la moderación es deseable que  el conflicto se desarrolle, adquiera intensidad. Así es como, en ese desarrollo, los conflictos de intereses, las diferencias entre los distintos sistemas de creencias  que conforman las ideologias,  entre las distintas políticas a aplicar para solucionar los problemas  se transforman en un combate contra un enemigo (los neoliberales, los populistas,  los corruptos, los ricos, las corporaciones) que debe ser aniquilado. 

 Y  para justificar su entusiasmo guerrero los "anti-moderación", los halcones, los duros de uno y otro lado atribuyen a sus adversarios la condición de perversos. Y así el neoliberalismo no sería una creencia/teoria económica distinta, sino un modelo de país que propugnan quienes buscan  "hambrear al pueblo para seguir conservando sus privilegios". Y el "populismo" el modelo que utilizan los corruptos que "engañan a los más humildes para empoderarse y enriquecerse".

 La lucha política se convierte así en una guerra entre  buenos y malos. Y en esta situación, claro, ser moderado es ser un cobarde.

 Esto es, para mi, una mentira, una construcción sesgada . Los buenos y los malos, los capaces y los inútiles, los honestos y los corruptos, las buenas y las malas políticas, los aciertos y los errores están en todos lados.

  La propuesta que unos y otros nos hacen es la de un ajustado triunfo electoral de un conjunto de creencias sobre lo que sería bueno para el país desde la pureza y la identidad.  Bulrrich  piensa que con el electorado que cree en sus slogans de libertad, libre mercado, menos impuestos y gasto social, etc., etc., más aquellos a quien les inspira confianza su imagen de mujer enérgica y decidida, más los votos que  logre juntar en las negociaciones después de la 1era vuelta puede lograr un triunfo por 1 o 2 puntitos sobre Máximo o quien fuera.  Lo mismo piensa Máximo pero al revés. A ambos les parece que este país polarizado, dividido en 2 partes casi iguales es un escenario ideal para que el conflicto se intensifique. Como a ellos les gusta.

 No quiero ese país. 

 La moderación goza de mala prensa, no es atractiva. A veces se la  confunde con indecisión, timidez o cobardía. Pero se trata simplemente de cordura y sensatez, armas eficaces contra el fanatismo. Y aptas además para crear ese instante de lucidez en que nos permitimos preguntarnos: ¿es posible que esté equivocado?¿tendrán los otros algo de razón?. Y ese es, precisamente, el momento de iluminación, el insight, que nos permite sentarnos a hablar con los que piensan distinto.

 Ahora, en un país harto de una lucha política estéril, estúpida, paralizante y destructiva la voz de la moderación tiene algo que decir. Se está librando una silenciosa  (y no tan silenciosa) batalla en todo el espectro político entre los que quieren seguir esta guerra entre fantasmas y los que pretenden sentarse juntos a discutir, a investigar, a encontrar soluciones, a acordar,  o no, pero volver a sentarse a intentarlo de nuevo.

 Del desarrollo de este proceso depende la gobernabilidad  y  la salida del estancamiento en que nos encontramos desde hace décadas



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