Conocimiento

 





  Hoy creemos que podemos medir todo. Es la ilusión que subyace en la cabeza del hombre moderno: primero medimos y después construimos modelos que nos permiten encontrar patrones para comprender y poder prever lo que sucederá. Todo puede ser controlado. Vivimos como si esto fuera cierto y por esto intentamos conocerlo todo. Es una de nuestras destrezas.

 El Population Reference Bureau, una organización dedicada a medir variables poblacionales, ha intentado calcular cuántos hombres y mujeres han vivido en el mundo desde hace 50.000 años hasta hoy. Dieron con un número (al que reconocen, dado la carencia de datos, poco científico): 108.000 millones de humanos iguales a nosotros han poblado el planeta.

 Ellos, más allá de cuantos han sido, nos han legado, a quienes hoy lo habitamos, un acervo cognitivo de una complejidad y unas dimensiones extraordinarias. Podemos compararlo, inútilmente  desde luego, porque esta escala escapa a nuestra comprensión, con el tamaño de Internet ya que es ahí donde lo vamos guardando. Según audaces aproximaciones la web estaría conteniendo, hoy, cerca de 10 zettabytes de datos, o sea 10 mil millones de terabytes. Recordemos que en un terabyte caben, digitalizados,casi un millón de libros más bien gordos. Una enormidad, una desmesura inimaginable.

 Y sin embargo acercarme al conocimiento me permitió comprender que este descomunal conjunto de ideas, de teorías, de palabras, de emociones, de imágenes que constituyen lo que hoy sabemos es apenas una gotita de un océano. Y que además está, como todo, en permanente cambio. El universo del conocimiento se parece, más que a una biblioteca en donde los libros se acumulan y permanecen inconmovibles en sus estantes, al cielo que observamos en donde algunas estrellas dejan de existir, aunque sigan  iluminando durante  un tiempo, y son reemplazadas por otras que aparecen luego de una brillante explosión.

 El conocimiento es una obra en permanente construcción.

 Pero ahí está, a nuestra disposición, el conocimiento del mundo, de la vida, de Dios, del arte y la moral, de nuestras miserias y nuestras virtudes, de lo infinitamente grande y de lo infinitamente pequeño,  a un click de distancia,  en nuestras  pantallas. 

Somos muy poco conscientes del extraordinario legado que cada generación recibe de sus ancestros  y que, a su vez, enriquece y lega a sus descendientes.  

Este es nuestro tesoro, cada vez más valioso.


Comentarios

  1. Entonces, siguiendo tus cuentas, en el disco de mi compu (512 Gb) caben medio millón de libros.
    Una biblioteca doméstica “de las de antes” podría tener, ponele, 500 libros (pienso concretamente en la biblioteca de mi viejo).
    O sea que en mi compu caben 1000 bibliotecas como la de mi viejo. ¿Cómo imaginar 1000 paredes con estantes de libros? Digamos un pasillo de 25 cuadras con libros de ambos lados.
    Ahora trato de imaginar 20 mil millones de pasillos de 25 cuadras.
    No, no puedo.
    Es “una enormidad, una desmesura inimaginable”. Nunca mejor dicho.

    Contando a dos libros por mes, entre entretenimiento y estudio, entre los 10 y los 20 años, tal vez yo haya alcanzado a leer la mitad de una biblioteca (sigo tirando al voleo). ¿Y cuánta info chupé de otros lados que no sean libros (diarios, relatos de mis viejos, compañeros, TV, radio, la academia de inglés, la calle misma)? ¿Podríamos decir, como para seguir fantaseando, que en total absorbí 4 veces lo que leí, o sea el equivalente de 1000 libros? Y si agregamos la facultad, el laburo, la cotidianeidad de 50 años, nuevas lecturas (ponele 20 libros más por año), con toda, toda, toda la furia, ¿podríamos decir que mi cabeza almacenó 5000 libros más (y ya me están costando las cuentas), o sea diez bibliotecas más?

    En cualquier caso, parece que no he pasado de los 5 o 10 mega. O tal vez mis cuentas son un total desatino. Ojalá, porque de lo contrario lo mío verdaderamente da lástima.

    Lo mío sería una gota en el océano de mi compu, mi compu una gota en el océano de internet, internet una gota en el océano de lo desconocido… ¡Planto, arrugo, no quiero más!

    De tanto en tanto uso una frase hecha, cuando en los cursos me preguntan algo que no sé. Les digo: “ese tema pertenece al enorme campo de mi ignorancia”. Pero, antes de leer esta nota, no tenía claro lo enorme que era.

    Las cifras son tan enormes que aun si hacemos una supuesta corrección por accesibilidad, suponiendo que sólo el 1% de internet está al alcance de un individuo, la enormidad no disminuye. En palabras robadas a la matemática, hablamos de un infinito de orden superior.

    Nunca antes se me había ocurrido pensar en estos términos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ricardo Otra Mirada28 de junio de 2022, 11:27

      Gracias, Anónimo, por tu reflexión experta que llena de sustancia mi argumento. Y también lo completa con belleza y amenidad. La cantidad de megas de conocimiento que lograste meter en tu cabeza seguro que fueron suficientes como para que alguna idea inteligente y útil se replicara, cual meme de whatsapp, en otras cabezas. Afortunados los alumos de tus cursos: seguro que su conocimiento se ensancha despues de escucharte.
      Yo también hecho en falta varios megas (tal vez varios gigas) de conocimiento en mi cabeza. Lo atribuyo al haber empezado a leer o, más bien, a cultivar mi centro intelectual hace unos pocos años. Pero no lo lamento; cada uno hace lo que puede con lo que pudo cosechar y aporta su gotita al océano que vamos llenando entre todos, desde el principio de los tiempos.
      Una de las cosas que agradezco de escribir este blog es que a veces me encuentro con mentes afines. Salud colega!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El misterio de la muerte (y de la vida) de Osho

Guerreros emocionados

Dudar o reventar (1)