Ideas que iluminan


 

 Algunas veces  he tenido la suerte de encontrarme con ideas que penetraron en zonas oscuras de mi entendimiento, contestando  viejas preguntas, disolviendo  dudas arraigadas, estableciendo relaciones entre conjeturas dispersas, permitiendo encontrar una explicación de hechos, experiencias, teorías que hasta entonces carecían de ella. Hace unos pocos años dí con una de aquellas ideas luminosas que marcó un antes y un después en la forma en que yo me represento el mundo y todo aquello que está ahí afuera.

 A partir de la muerte del Gral. Franco en 1975, España vivió en un clima de intensa ebullición similar a la que en otras regiones (sobre todo en las grandes ciudades del mundo desarrollado), a partir de mediados de los años 60, conmovió la cultura. las costumbres y las creencias de las sociedades resultantes de la posguerra. Una de esas corrientes que integró el tsunami contracultural de aquellos años es la que podemos denominar  Woodstock o Peace & Love, que  ocupó las mentes de millones de jóvenes de esa generación. Unos de los aportes transformadores de esta corriente fué, para bien y para mal,  el uso masivo de drogas, sobre todo de las denominadas psicodélicas, que alteran el estado de conciencia  con el que habitualmente transitamos por la vida.

 Me siento afortunado por haber sido testigo y extra en aquella película que se vivió en aquellos años ya que viví en España 18 años a partir de 1976. Y algo aprendí, como muchos, de aquellas extrañas experiencias que producía el LSD: fundamentalmente, a dudar de lo que percibo y creo. Si unos miligramos de ácido transformaban totalmente las formas, las texturas y los significados de lo que estaba afuera, ¿no es posible que mi representación del mundo a la que tomo por única, sólida y contundente no lo sea tanto?; ¿no será que el mundo es diferente y que la forma en que lo percibo es producto de otras moléculas, no ya de las que vienen en el cartoncito del ácido sino de algunas de  las que produce mi cerebro?.

 A  partir de entonces creo que siempre me ha acompañado una duda inconciente sobre casi todo lo que veo y creo y esto lo he hecho extensivo a lo que  los demás ven, creen y expresan. Vivo desde siempre en un mundo incierto. 
  El Relativismo es la escuela de pensamiento que afirma, por ponerlo en poesía:

                                       (... )"nada es verdad ni es mentira,
                                            todo es según el color
                                            del cristal con que se mira"

 Yo me sentí  cercano a esta creencia hasta que apareció la neurociencia con sus nuevos conocimientos sobre el funcionamiento de la mente y la forma en que esta produce el conocimiento. Y entonces aprendí que lo que es, es de una forma aunque esté en permanente transformación. Claro. El ser, lo que existe tiene una forma cognocible, pero esta es tan vasta y compleja que los módulos computacionales que constituyen nuestra mente se quedan  cortitos para procesarla. Tan cortitos como se quedaría un Commodore 64 si quisiéramos usarlo para procesar toda la información que hay en la web  .

Quito la vista de la pantalla y veo a través de mi ventana. Cuantos millones de terabytes de información no percibo?.  Mis 130 millones de células fotosensibles que tengo en la retina apenas captan una partecita infinitesimal de la luz que anda dando vueltas ahí afuera. De todo el campo visual que abarca 180°solo capto aquello que focalizo y que se aparta de mi apenas unos metros. Lo mismo hacen mis oídos y mi nariz: oyen y huelen muy poco de los sonidos y moléculas que están vibrando en mi espacio próximo. 
 No percibo tampoco las ondas del programa de radio que escucho ni las de la serie de Netflix que entra a mi tele ni el resto de las radiaciones del espectro  electromagnético que hay dando vueltas delante de mis ojos sin que yo me entere. Y más y más y más ....

 Creo entender  que nuestra mente no actúa como una cámara fotográfica que se abre y deja entrar libremente la luz que enfocamos sino como un dispositivo básico que está diseñado para filtrar y dejar entrar solo una parte ínfima de la realidad. Esa partecita con la cual elaboramos explicaciones que nos permiten prosperar como especie y vivir lo mejor posible. Por eso cuando el funcionamiento del dispositivo se altera por la ingestión de LSD,   por ejemplo, es posible que percibamos cosas distintas o las mismas pero procesadas con otro programa.
Por eso la duda esencial con la que siempre viví es justificable: ahí afuera hay un infinito, no solo lo que vemos. 

 Por eso,  para mi,  esta fué una idea luminosa.

                                         

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