Dudar o reventar (1)

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  Podemos pensar que hemos construido algo que denomino simbólicamente “mente universal”: el contenido de esta sería todo lo que sabemos los 8.000 millones de humanos que hoy somos y el saber que produjeron los millones que han sido. La hemos alojado en forma de ceros y unos en 12 millones de servidores distribuidos alrededor del mundo. Y, lo que es una verdadera revolución en el hacer y en el potencial humano,  todo este conocimiento está disponible en las pantallas de cualquiera de los casi 5.000 millones de usuarios de Internet.

 Pienso en mi padre, un profesional urbano de clase media que se informaba a través del diario La Nación y algún ocasional noticiero en la TV y en la radio. En eso consistía su actividad intelectual. De haber estado más interesado en saber (de hecho esltaba interesado en la astronomía) hubiera podido  leer libros lo que le hubiera exigido un tiempo y un esfuerzo que no estuvo dispuesto a hacer. Sin embargo en cuanto estuvieron disponibles videocaseteras  y videos no dudó un segundo en dedicar horas a  hacer un “maratón” de la serie Cosmos de Carl Sagan. Hoy pasaría horas frente a una pantalla contemplando el Universo.

  “Zeitgeist”, el espíritu del tiempo, es una expresión de la filosofía alemana  que refiere al clima intelectual, los hábitos de pensamiento, el conjunto de opiniones, ideas, juicios propios de una época determinada.  Hoy estamos viviendo una extraordinaria transformación en nuestro Zeitgeist. El volumen y la calidad de ideas, imágenes, datos, percepciones, noticias, inferencias, opiniones que tiene la mente de un hombre promedio de nuestros tiempo es varias veces superior a la que albergaba una mente  promedio de hace  50 años. Pero esta abundancia no es producto de una ordenada y sistemática acumulación sino de un tsunami, una erupción volcánica, una explosión. En los 70´s unos chicos inventaron Apple y Microsoft e inundaron el mundo con computadoras personales, unos científicos  desarrollaron un sistema de comunicación mundial basado en una red militar y crearon la Internet y aquí estamos 50 años después, 5.000 millones de humanos interconectados. Pero todo el volumen de terabytes que tenemos disponible es caótico, desordenado y casi infinito. Precisamente, porque es una representación del mundo, es extraordinariamente complejo.
En la Grecia clásica existía el ágora, una plaza, un lugar abierto donde los ciudadanos libres se reunían para discutir los acontecimientos del día, la política, la religión, la filosofía y los asuntos legales. Hoy 2500 años después la web es nuestro ágora.
 Y  es allí donde los ciudadanos del planeta convergemos hoy para, entre otras cosas, intercambiar ideas y opiniones sobre todo lo humano y lo divino. Pero…(siempre lo hay) este mar de ideas y opiniones está fuera de cualquier control, de cualquier tribunal de expertos que las ordena y clasifica. En  el mar de las ideas todas flotan juntas, todas requieren del mismo esfuerzo para ser alcanzadas: fake news, profundas verdades, la argumentación del terraplanismo, la lógica de Aristóteles,,,,
 Y este es la extraordinaria transformación que está experimentando la mente de muchos habitantes del planeta.
 Hoy podemos creer cualquier cosa que imaginemos y encontraremos un dato, un testimonio, un video que nos refuerza la creencia: tenemos a un click buenos argumentos para construir cualquier relato. Este ya no se apoya “en lo que me parece”, en el “yo creo que”,  sino en que “lo googleé”. Es verdad.
 Como consecuencia nuestras cabezas están llenas de creencias apoyadas en recortes de la realidad que aportan supuestas evidencias que nos permiten discutir encarnizadamente con cualquiera.
 La discusión pública es áspera en nuestro ágora porque hemos integrado a nuestro clima mental la ilusión de que podemos “saber” sobre cualquier tema con la misma facilidad con la que aprendemos a arreglar un enchufe con un tutorial de You Tube. En realidad no es un problema que numerosas mentes ocupen su tiempo en discutir, opinar y confrontar con otros sobre temas que no saben. Cada uno se entretiene a su manera: los hay que lo hacen mirando Netflix, TikTok o blogs de viajes.
 Pero me parece que la dimensión y la intensidad que hoy alcanzan las discusiones políticas, aunque se extienden a cualquier tema sobre el cual se puede opinar, trasciende el ámbito de las redes sociales, de los comentarios en las plataformas, de los blogs, de los medios y se instala en la atmósfera intelectual que nos envuelve. Vivimos crispados, separados en bandos que confrontan con ferocidad  y en esencia de lo que se trata es de que estamos confundidos ante tanta abundancia de datos, de información, de ideas.

 

“Gran parte de los dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas”      

(Bertrand Russell, filósofo británico)           (Continúa)

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